jueves, 6 de julio de 2006

PRUEBAS DE DETECCIÓN DEL VIH: UNA MEDIDA NECESARIA, PERO CON GARANTÍAS


El SIDA fue calificado como el gran mal del siglo XX y pese a los importantes avances que en la lucha contra el mismo se han producido en el último año, desgraciadamente, debe ser considerado también como uno de los grandes males del siglo XXI.

En Estados Unidos, concretamente en Washington, las autoridades sanitarias han lanzado una campaña pionera en la lucha contra el SIDA, con la pretensión de convertir los test de detección del VIH en una prueba rutinaria en los centros de salud. La actividad invasiva es inexistente, ya que la prueba se realiza a través de un bastoncillo que se pasa por las encías del individuo tras introducirlo en una solución oral; el resultado se obtiene en veinte minutos, con un 99,8% de fiabilidad.

La medida es eficaz y necesaria, teniendo en cuenta la evolución de la enfermedad, pero no pueden perderse de vista los derechos fundamentales que pueden colisionar con un empleo sistemático de este tipo de pruebas, entre los que la intimidad y el derecho a la no discriminación ocupan un lugar preponderante.

Las autoridades estadounidenses han manifestado que la realización de la prueba requerirá el previo consentimiento del paciente, medida fundamental y sobre la que se han pronunciado diversos organismos internacionales. En este sentido, el Consejo de Europa, en su Recomendación Nº R (89) 14, relativa a aspectos éticos de la infección por VIH, aboga por la realización voluntaria del test, sobre todo, en lugares especialmente proclives a la propagación del virus, manifestando que en relación a su ofrecimiento sistemático, es preciso valorar una serie de elementos, entre los que se encuentran la racionalidad de la medida, la comunicación de los resultados a las personas afectadas y el posible impacto social.

Por su parte las Naciones Unidas, en su Segundo Informe sobre SIDA y derechos humanos, ponen de relieve el especial interés existente en el mantenimiento de la intimidad por lo que se refiere a los afectado por el VIH, en atención tanto al carácter agresivo de la prueba obligatoria como por el estigma y discriminación que conllevaría la pérdida de la intimidad si se revelase la situación del enfermo. Es esencial que las personas se sientan cómodas y seguras al utilizar los medios de salud pública de prevención y tratamiento del VIH.

La iniciativa del ofrecimiento sistemático de la prueba del VIH, en nuestros centros sanitarios podría ser un medio eficaz para la lucha contra la enfermedad, siempre que se respetasen los criterios sentados por las Ley 41/2002, de información y consentimiento y de preservación del derecho a la intimidad del paciente.


Publicado en Redacción Médica el Jueves 6 de Julio de 2006.Número 374.AÑo II

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