Desde los tiempos de Hipócrates la labor del médico ha ido más allá de la simple curación, comprometiéndose, entre otros deberes, a la práctica de la profesión con conciencia y dignidad; a tener la salud de los pacientes como objetivo prioritario de su labor; a mantener los secretos que le fueran confiados con ocasión del ejercicio de su profesión, o a respetar la voluntad de sus pacientes, sin realizar práctica médica o experimental alguna sin su consentimiento.
Pese a que la relación médico-paciente ha experimentado un giro copernicano en los últimos años, y entendemos que en gran medida de un modo beneficioso para las dos partes implicadas, su esencia se sigue sustentando sobre los principios de confianza mutua y beneficio del paciente.
Así se ha puesto de manifiesto en recientes posicionamientos de la
Aunque esta postura no es coincidente con la expresado por nuestro Tribunal Constitucional en Sentencias como la 120/1990 –en la que en relación a la huelga de hambre en el ámbito penitenciario manifestó que “las asistencia médica obligatoria constituye un medio imprescindiblemente necesario para evitar la pérdida del bien de la vida de los internos que el Estado tiene obligación legal de proteger, acudiendo, en último término a dicho medio coactivo, al menos si se trata de presos declarados en huelga de hambre reivindicativa, cuya finalidad no es la pérdida de la vida”– no cabe duda que se encuentra inspirada, pese a llegar a conclusiones diversas, por el mismo principio: la salvaguarda de la salud y del bien del paciente. Este es, sin duda, el espíritu que hay que reivindicar, pues frente a la progresiva judicialización de la relación médico-paciente, no debe olvidarse nunca que el principal defensor de éste último es el facultativo, cuya comportamiento se guía en todo momento por la garantía no sólo de su salud, sino también de su autonomía y dignidad.
martes, 14 de marzo de 2006
SER MÉDICO, MÁS QUE UNA PROFESIÓN
Publicado por Ricardo De lorenzo en 2:09:00 p. m.
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