Mientras la muerte del futbolista Antonio Puerta, abre el debate sobre la corrección de los protocolos actuales en los reconocimientos médicos habituales de los deportistas, especialmente de élite, y se plantea su revisión para intentar mejorar su eficacia, la prensa nos informaba de cinco muertes súbitas acaecidas en tan solo una semana: el martes fallecía el sevillista Antonio Puerta, el miércoles el futbolista Chaswe Nsofwa del Hapoel, el jueves el jugador profesional de voleibol Cédric Schlienger en Francia y el sábado dos futbolistas, Ángel Arenales en Huesca de un infarto y el último, Jairo Andrés Nazareno, en Ecuador por una parada cardiaca después de haber jugado un partido de la Tercera división.
En España fallecen cada año entre 15 y 20 deportistas por muerte súbita, según el Registro Nacional de Muerte Súbita del Deportista, que está gestionado por el Consejo Superior de Deportes, el grupo de trabajo de cardiología del deporte y de actividad física de la SEC y la Federación Española de Medicina del Deporte.
La muerte súbita del adulto se presenta de forma inesperada por la evolución, también inesperada, de una enfermedad o por causas desconocidas. Según los expertos, la causa cardiaca está detrás del 85 por ciento de los casos de muerte súbita. Cuando el afectado es menor de 30 años, suele asociarse a una cardiopatía congénita o enfermedad de transmisión genética, mientras que si es mayor de 30 años está relacionada con la cardiopatía isquémica, una enfermedad degenerativa de las arterias coronarias.
La más habitual es el infarto agudo de miocardio (IAM), que cada vez aparece en edades más tempranas, debido al estilo de vida actual, a menudo reñido con la salud cardiovascular. Los hombres pueden padecer un infarto alrededor de los 45 años y las mujeres, que antes se las consideraba protegidas hasta los 65 años debido a la acción de los estrógenos, ahora pueden sufrir uno de estos ataques cardiacos a los 52 ó 53 años. Esta ampliación de la edad de riesgo se atribuye a la asimilación de los estilos de vida perjudiciales tradicionalmente masculinos. Además, el infarto que sacude al corazón femenino es más grave.
Siguiendo a los especialistas, la carta de presentación de la muerte súbita es muy evidente y llamativa: habitualmente el paciente sufre una pérdida de conocimiento y cae fulminado al suelo. Puede que muchos de estos desmayos sean debidos a una lipotimia, pero otros muchos tienen su origen en un fallo cardiaco. Si es así, a partir de ese momento, cada minuto que pasa es de vital importancia. La vida de esa persona depende de la celeridad con que se actúe. Si existe alguna posibilidad de resucitarla, ese intento debe realizarse antes de 10 minutos: a cada minuto que transcurre, las posibilidades de sobrevivir se reducen un 10 por ciento. Por esta razón, pasado ese breve lapso la capacidad de recuperarla es cada vez más remota. Lo ideal es desfibrilar en sólo cuatro minutos, porque a partir de ese momento la posibilidad de sufrir un daño cerebral o neurológico se dispara.
Según la SEC y la Sociedad Española de Medicina Intensiva Crítica y de Unidades Coronarias (Semicyuc), los desfibriladores podrían evitar hasta un 30 por ciento de las muertes que se producen por infartos. Ambas sociedades han expresado repetidas veces la necesidad de que se ubiquen estos aparatos en espacios públicos concurridos. Predicando con el ejemplo, la propia SEC celebra sus congresos cardioprotegidos , al colocar una columna de rescate cardiaco.
En Estados Unidos, uno de los países pioneros en este tipo de medidas, la incidencia de muerte súbita es de un caso por 1.000 habitantes o, lo que es lo mismo, cinco muertes por cada 10.000 personas, más alta que en España. De promedio, de esas cinco, es imposible recuperar a tres, porque nadie las presencia. En cambio, las dos restantes ocurren en espacios públicos y son recuperables siempre y cuando los testigos actúen con rapidez, dispongan del material necesario (desfibriladores) y la causa sea un infarto y no otra complicación. Al final, de las cinco personas que sufren un episodio de este tipo, se salva una, señalan los expertos. Las posibilidades de sobrevivir es una de cada cinco y sólo en los 10 minutos siguientes a la pérdida de conciencia.
Las sociedades científicas y médicas defienden que se dote de DEAS a los cuerpos de protección civil, a los bomberos o a la policía, ya que son los primeros en llegar a los lugares del suceso, y que se implanten en los espacios públicos concurridos como centros oficiales, aeropuertos, estaciones de trenes, estadios deportivos, recintos para espectáculos o conferencias, centros escolares, empresas o grandes superficies comerciales.
Las comunidades pioneras en legislar el uso de DEAS por parte de personal no médico, así como su formación, fueron Galicia, Cataluña y Andalucía. Actualmente, se ha extendido a Canarias, Navarra, País Vasco, Baleares y Aragón. La Comunidad de Madrid se halla en una fase muy avanzada del decreto que regulará esta cuestión, tras varias modificaciones, pendiente de la aprobación de las autoridades sanitarias. Y la Comunidad Valenciana y Murcia se han comprometido a legislar e implementar programas de acceso público a la desfibrilación. Ojalá podamos llegar siempre a tiempo...
Publicado en Redacción Médica el Jueves 6 de Septiembre de 2007.Número 617.AÑO III
jueves, 6 de septiembre de 2007
MUERTE SÚBITA: DIEZ MINUTOS PARA SALVAR UNA VIDA
Publicado por Ricardo De lorenzo en 1:08:00 p. m.
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